El Tumbao del Hombrecito

“Mientras haya ser humano, habrá poesía”. La frase queda flotando sobre la mesa del café unos segundos. El grupo de artistas, que discutían animadamente hasta ese momento, de repente hace silencio. Unos aprueban con gestos de cabeza, otros murmuran “eso mismo es”, “exactamente”, como un amén en misa de domingo.

El poeta le pegó al clavo. No hay nada más que decir. La entrevista ha terminado.

Rewind.

Estamos en “La Cafetera”, es lunes por la tarde en la calle El Conde y los integrantes de “El Hombrecito” van llegando, acomodándose en una mesa de la parte de atrás. Parecerían los administradores del lugar, mejor dicho, de toda la calle. Angel, Fernando, Homero y Frank. Marino viene retrasado. “La Cafetera” es un túnel angosto lleno de memorias. Afuera la luz del día desaparece y Jaime Guerra se apresura a estar listo con la cámara. Prepara un rollo -sí, leyeron bien, un rollo- y mira a través del lente.

Ready.

“Empezamos en el antiguo bar Ocho Puertas, por el año 2007. Homero y yo veníamos de hacer lecturas de poesía en los circuitos habituales de bibliotecas y demás. Eran super tristes las lecturas de poesía, no iba nadie más que los mismos poetas. “ Frank abre las acciones con una voz que empieza a ser reconocida en todo el continente. “Homero y yo teníamos interés no solo en la poesía, sino en el arte en general -música, películas- y no nos sentíamos muy a tono con aquella generación. Para ese tiempo era muy raro pensar en hacer poesía en un bar, pero nos propusimos precisamente eso. Mientras practicábamos, Angel le mandó un mensaje a Homero: quería colaborar, era baterista y podía tocar con nosotros. Así surgió por primera vez la idea de ponerle música a los poemas.”

Jaime busca en su celular una foto del gig de Ocho Puertas y se la muestra a la mesa. Su cámara y su voluntad de apoyar al grupo han estado allí desde el primer momento. Marino llega y se une a la conversación. Ahora todos recuerdan a un saxofonista que tocó en aquella presentación y que tiraba más a Kenny G que a John Coltrane, dándole un aire de performance a lo que estaban intentando hacer, mostrándoles desde muy temprano el camino que no querían recorrer.

“Para nosotros fue muy importante, porque nos dimos cuenta de que no se trataba sobre improvisar,” Homero resume este capítulo inicial. Homero habla en absolutos, con entonaciones únicas, desde una memoria francamente recuperada después de un accidente automovilístico varios años atrás que cambió el rumbo de su vida y del grupo para siempre. “Nos dimos cuenta que teníamos que empezar a componer. Desde muy temprano ya sabíamos lo que no queríamos ser.”

Angel es un músico reconocido en la escena de rock local de los años 90 ́s, y uno de los responsables de la parte conceptual del grupo. “Sabía de los poemas de Homero y Frank. Yo venía acostumbrado a tocar en bandas con cantantes y estructuras clásicas. Lo que me pareció más interesante era lo diferente que podía llegar a ser, las posibilidades de tener dos poetas al frente, aunque honestamente nunca hubiese imaginado que esto iba a llegar tan lejos.”

Una pequeña discusión surge entre los poetas sobre el origen del nombre. Al final coinciden en una foto que Jaime -de quien ya empiezo a sospechar es más miembro del grupo que los mismos poetas- le hiciera a un mural en un festival de poesía en Jarabacoa. En el mural un hombrecito aparece entre la Virgen y Jesucristo. Diminuto y fuera de lugar, el hombrecito estuvo en todas las conversaciones del grupo durante un tiempo. El nombre resultaba obvio.

Luego de varias tocadas en la zona, incluyendo una en el Encuentro Artesanal en la que pensaron seriamente en retirarse, se confesaron que el acto no estaba funcionando. A ese concierto asistió Fernando, compañero de trabajo de Homero, y le puso el dedo en la llaga. “Homero, la vaina está super apera, pero los temas se parecen demasiado. Todos son blues. Si van a seguir, tienen que cambiar algo,” los sentenció a muerte. La coincidencia les jugó a favor, pues aquel resultaba ser el último concierto del guitarrista de turno, que tocaba de espaldas al público y que de paso se regresaba al Argentina. El camino quedaba abierto para Fernando entrar a la banda y presentarles un plan.

El Hombrecito despegaba.

El primer disco sucedería al ganar un concurso del Centro Cultural de España. “Llegó El Hombrecito” los encuentra en el estudio de grabación con poemas pero sin música y sin un camino claro sobre cómo abordar el proceso. Angel todavía se sorprende de la audacia de esos primeros pasos: “El estudio fue un laboratorio de composición. Estaban esos poemas ya escritos, y fue en el estudio que tomamos las decisiones de cómo tratarlos.” Un proceso creativo más parecido a bandas de merengue que de rock local, pero que en la comodidad del estudio de Jaime les funcionó para encontrar su ópera prima.

El disco los presenta al mundo y los lleva hasta España. El proyecto toma seriedad. Tocan en vivo por todos lados. “Necesitábamos un elemento que nos diera un poco más de peso, y ese fue Marino,” aclara Fernando, a.k.a. El Maestro, que se tomó la conceptualización musical del grupo como tarea. El Hombrecito al fin está completo cuando Marino se une a la banda, entre el primer disco y el segundo, “La Ultima Vuelta”. Pero un nuevo guitarrista no fue lo único que sucedió entre producciones. Cuando todo empezaba a funcionar, cuando empezaban a tomar vuelo, el aparatoso accidente de Homero les llega como llegan las peores noticias: de noche y de sorpresa, dejando al grupo perdido y con ganas de abandonarlo todo.

“Hubo un desubique. ¿Esto va a funcionar sin Homero? Teníamos muchas dudas, pero también teníamos compromisos, incluso llegamos a utilizar actores en máscaras sustituyéndolo en vivo. Todo por sobrevivir. Entonces dimos un concierto en un auditorio circular, y Homero quedó sentado detrás de la banda. Fue su primera aparición después del accidente. Empezamos a tocar y yo solo oía a Homero muerto de la risa, el concierto entero.” Angel cambia el tono sombrío y aplaude, ”y ahí nos dimos cuenta: bueno señores, vamo ́arriba que esto va a seguir.”

Homero con el tiempo se recupera, pero suena distinto. Es un poeta distinto, con una voz distinta, tan distinta que resulta ser una bendición disfrazada. “Antes era como que habían dos poetas en el grupo, ahora hay una división que aporta. En un momento está Dr. Jeckyll y luego entra Mr. Hyde. Es un balance. Dos polos opuestos,” dice Marino y la banda completa asiente.

El show continua.

Cuando hablamos de su último disco, “Fin de la Transmisión”, la mesa entera se ilumina.

Homero: “En el primer y segundo disco, le poníamos música a poemas ya escritos. En este último disco fue la primera vez que dijimos vamos a integrarnos más (a componer). Ahora hay un sentido de tiempo, de composición, textos explícitamente escritos para la banda, pensando en términos de resultados (musicales). Ha sido la evolución del grupo.”

Pero esta no ha sido la única evolución. Para esta producción, los poetas empiezan a escribir junto a otros miembros de la banda. En vivo Frank y Homero ya no leen sentados ni con textos en frente, ahora son libres en el escenario, saltando cuando los temas lo merecen, incitando a la audiencia a conspirar con el poema, borrando la línea entre poetas y front men. Cuando les pregunto si se sienten poetas o cantantes la mesa entera espera ansiosamente la respuesta. “No, no, no…Poeta”, contesta Frank luego de pensarlo un segundo; “Yo me siento un Friéro” contesta Homero.

“Fin de la Transmisión” es su primer álbum conceptual, pero es mucho más que un simple álbum de música: es la consecuencia directa de un proyecto de investigación sobre la radio en dominicana. Durante dos años, los integrantes se turnaban paseando una radiola por Santo Domingo, llevándola a bares y restaurantes, tocando podcasts y música a todos los que se interesaran. En los podcasts, entrevistas a figuras emblemáticas de nuestra radio y de su evolución. Así, Maria Cristina Camilo, El Super Frank, Teo Veras, El Añoñaito, Victor Victor, Dioni Fernández y Tony Almont quedaron grabados para futuras generaciones. “Si me preguntas cuál es el éxito de El Hombrecito, te diría que es el de saber documentar, y eso se nota en este disco”, dice Fernando. En la mesa hay un entusiasmo al hablar del álbum, las voces se solapan unas con otras y da la impresión que “Fin de la Transmisión” es su proyecto más ambicioso e importante.

“No es solo un disco, es un trabajo de archivo, de entrevistas, de investigación,” Frank apunta. El disco termina siendo la coronación del amor de El Hombrecito por la radio. La radio al centro de todo. La radio como el último testigo y sobreviviente. Admiten que su labor no ha terminado. Están determinados a conseguir una entrevista a Simón Alfonso Pemberton para dar por cerrado ese capítulo.

La conversación aún no muere. Soy fan y quisiera preguntar más cosas, pero hay un word count que respetar. Hablamos sobre la tradición de sus conciertos de navidad en el colmado y sobre llevar poesía a gente que no se la espera. Hablamos sobre presentaciones en glorietas y en barrios, sobre Lou Reed y sobre la posibilidad de que Frank y Homero colaboren en un tema. La respuesta es esquivada por ambos y de alguna forma terminamos hablando de Luis Dias, como cualquier conversación que se respete debería terminar. Cuando nos vamos parando, se me ocurre preguntar si la poesía pasará de moda.

Tiro la pregunta al aire, a ver quién quiere tomarla.

Homero se lanza. Me llama por mi nombre, como agarrándome por la solapa, y sentencia con autoridad.

“Mientras haya ser humano, habrá poesía.”

Diciembre 2019

Miguel Yarull